martes, 19 de enero de 2016

Los finales

Un hombre trata de comprender a una mujer mirándola a los ojos mientras ella habla cosas sin importancia. En ese mismo instante compara su mirada perdida con la de otras mujeres prescindiendo de lo bien o mal que lo han tratado. Sabe que si está perdiendo el tiempo, al menos esa costumbre no le es indiferente. Que tarde o temprano advertirá su intuición acerca de lo que corresponde o no. 

Cuando no corresponda sabrá hacer las jugadas necesarias para dejarla caer. Sin inmutarse esperará el rol activo de ella, fingirá tener mucha pena, no haber querido un descelace como ése, pero respirará aliviado de no tener que cargar con algo que no le es propio. Al otro día recogerá los pedazos de un corazón que ya estaba roto desde antes, y cada carcajada sanará lo que tenga que sanar. 

Fume o no, decidirá fumar en el momento indicado. La capacidad de racionalizarlo todo no es fácil, pero al cabo es una manera de asumir la responsabilidad que implica el hecho de querer. Suena sencillo, y lo es, porque es una forma de asumir anticipadamente que en la vida impera la alternancia.