domingo, 22 de enero de 2012

Ya sé que siempre digo que el tiempo pasa rápido y que no alcanzo a darme cuenta de todo lo que pasa. Que pasamos más tiempo pensando en lo que queremos hacer o tener que en dedicarnos bien a los que estamos haciendo o tenemos. Ahora estos días de verano en que puedo detenerme a hacer un balance del año pasado - porque mi año terminó recién el jueves- y a diferencia de varios de los anteriores este fue particularmente complicado. Más allá de los temas ya conocidos por todos e independiente de los resultados inmediatos, las movilizaciones van a tenernos varios años saliendo a las calles por tantas cosas que en realidad sólo nos estamos acostumbrando. Nos sirvió para eso.
Estamos llegando a ese haz de individualidades que necesariamente deben colapsar en un punto muerto. No hay que ser un gran intelectual ni un periodista mediocre con columna de opinión para entender que el mundo va directo a una transformación sin precedentes.

El 2011 me llevó a participar en el desarrollo de un programa político municipal, en el que junto con conocer gente valiosa con mucho entusiasmo por cambiar la política pude aprender cosas que pensé que iban a costar que llegaran a darse en esta época. Observé detenidamente los gestos de la gente, sus palabras, sus miradas al hablar, esas cosas que con el tiempo he aprendido a discernir: las palabras envueltas de pasión y autenticidad, de las que sólo van por añadidura. Desperté las convicciones de lo que debe ser promovido, de las ideas que hay que llevar adelante los próximos años y aumentaron mis sueños. Mis ganas de dejar huella.

Haber leído, y seguir leyendo El Mercurio todos los días pude ayudarte a comprender para bien y para mal cómo han construido este país los poderosos, explotadores, cínicos, superficiales, contaminados, legitimados, emprendedores. Todo eso que hay detrás del Editorial y en esas odiosas columnas de opinión de muchos personajes sólo ayuda a dejar firmes tus ideas, si es que eres alguien que puede pensar de una manera más independiente. No querer ser como ellos. No querer ese mundo para tu vida y para tu familia. Ese mundo que quiere justicia social pero no a costa de las utilidades, ese mundo que se sigue rindiendo en la pleitesía de los foráneo, imponiendo tendencias vanguardistas que sólo transgreden nuestra identidad real. Ese mundo que quiere igualdad para todos pero no tiene reparos en definir el límite entre la corbata y el delantal. El mundo de autopistas que cerca su burbuja y juega a los temas sociales a través de la caridad, la política y las páginas sociales. Ese mundo que salió a celebrar cuando había ganado Piñera como creyendo que en realidad la concertación fuera su problema. No es resentimiento, No. Es una palabra demasiado compleja. Por eso los voy a seguir leyendo.

Sé que hay muchas cosas que dejaré en blanco en esta entrada, y en este año que se fue. Cosas que en realidad no me interesa vivir. Porque no me pertenecen y porque no.
Puede que la rutina te vaya matando un poquito, pero también te va entregando las oportunidades para llevarla a donde quieras. Pasar quejándose del presente sólo te va a llevar a ser alguien que vive de sus frustraciones, y pasar haciendo las cosas sólo por el futuro te vuelve esclavo de un destino al que no siempre vas a llegar. Por eso desde ahora seré un DESPREOCUPADO (8).