jueves, 22 de julio de 2021

Varios años después

Hace varios años olvidé este lugar en donde solía escribir. Incluso escribí muchas entradas que quedaron en los borradores, inconclusas, a la espera de algo que debía ser agregado antes de publicar. Al igual que esa espera, las propias fueron aconteciendo simultáneamente. Cada cierto tiempo volví a leerme, con la esperanza de encontrar algún indicio que me permitiera retomar la capacidad de sentarme a escribir espontáneamente. Lo cierto, es que me transformé en una persona domesticada y sometida a escribir bajo remuneración o al menos bajo una recompensa o propósito definido. Simplemente dejé de escribir por escribir, como cuando tenía mayor capacidad de soñar despierto. No sé si eso equivale o no a una traición, o si en la cultura imperante es susceptible de una funa, en este caso, una autofuna. Mi yo del presente le dice a mi yo del futuro, que hubo un pasado en el que disfrutaba escribir como acto y no como resultado.  He ido pensando que eso tiene que ver necesariamente con pagar las cuentas y sobrevivir. O de ambicionar otros resultados que requieren medios materiales de los que carezco de forma autónoma y en los que indefectiblemente debo vender años de energía vital. Como sea, si se trata o una de una traición que merezca un desprecio interno, o si el solo hecho de imaginar que estamos en presencia de una contradicción con la que hay que aprender a convivir, me hace adoptar una postura radical de indiferencia aunque sea falsa. Una impostura. El sticker de whatsapp del profesor Massa diciendo "Me importa una galaxia de picos". 
Todos los problemas o los miedos del pasado desde este tiempo parecen ajenos, sea porque han cambiado los objetivos, las metas, los anhelos y las vacilaciones, sea porque asumimos una forma racional de expresar las ideas que nos conducen a los días normales. De manera que en concreto, somos una expresión parecida a nuestros días normales. Así fue como en los últimos años fui perdiendo la capacidad de asombro, la ingenuidad, la confianza en los otros, la creatividad y el compromiso propio con aquello que alguna vez fue mi refugio cuando de verdad no tenía nada y me aferraba a palabras escritas en cuadernos, archivos y lugares insospechados. 
Vuelvo a si eso constituye una traición, o simplemente se trata de un olvido amplificado por el tiempo y la ausencia de voluntad por desplegar algo, o son etapas sucesivas o ciclos, o una idea anticipada de ser pragmático. Me conformo con el simple hecho de al menos detenerme en medio de todo y pensarlo, y no como una respuesta autocomplaciente, sino como un alivio. Un suspiro. Un meme de uno mismo.

Es cierto que el insomnio contribuye a escribir cuando el silencio de la noche me permite concentrar un punto fijo. Los días normales hacen que olvide que el solo hecho de tipear cosas sin rumbo determinado constituye en si misma una forma de libertad que no ha dejado de pertenecerme. Podemos estar domesticados a escribir ideas sobre correos y archivos bajo una remuneración, y podemos ser perfectamente la expresión más cercana a todo el contenido que ha sido plasmado ahí, pero no hemos olvidado del todo que existe una inquietud, una duda pertinente, un trozo de vidrio quebrado que se aloja en nuestras cavidades y que cada cierto tiempo duele o molesta.
No tengo claro si voy a seguir escribiendo los próximos días o semanas. O si volverán a pasar más de cuatro años para sentarme y escribir algo aquí. O si volveré a leer cosas que escribió una persona distinta a mi pero que soy yo mismo con algún nuevo defecto o una moraleja ridícula pero satisfactoria. De manera que es la madrugada correcta para esbozar algo al respecto. 

A pesar de que nunca he dejado de pasarla bien ni he dejado de reír prácticamente todo, a la vez  he ido adoptando la seriedad que tienen esos señores que tantas veces miré con lejanía y desconfianza, y no precisamente porque haya que pagar las cuentas y sobrevivir. Es un acto reflejo. Es una constatación, de que lo que alguna vez pudo resultar superioridad moral o impugnación de los otros frente a su tiempo, y hoy me resultan actos inverosímiles y absurdos. Y para no seguirlo planteando en abstracto, conviene decir que como participante activo de las movilizaciones estudiantiles de los años 2006 y 2007 - cuando este blog gozaba de su mayor popularidad y lectores continuos- y del año 2011 - cuando el otro blog había sido descontinuado por vergüenza a una forma adolescente de escribir- siempre supe que la expresión futura de toda esa energía irradiada en el tiempo terminaría por decepcionarme estrepitosamente. Y frente a esta cuestión, importan más los actos que los resultados. 
Puedo sentirme feliz porque se escribirá una Constitución nacida en democracia, paritaria, por personas elegidas popularmente y que se parecen mucho más a la realidad de un país contradictorio y menos triste de lo que pensábamos que éramos antes de esto. Pienso en la tía Pikachu y algo de esperanza de pronto se ilumina, como si la idea de que una persona sometida a la mayor normalidad posible de pronto rompió los esquemas sumida en estructuras que iban cayendo y que sin darse cuenta la ubicaron en un escenario de la historia, frente a un tipo de público, al hay que responder improvisando por la intuición y el sentimiento, dado que la razón y el miedo han prevalecido demasiado tiempo y ya no son tolerables ni como excusas naturales. Y nos entregamos a ese resultado en si mismo, sin importar los actos. Pongo ese ejemplo, no solo por representativo, curioso o chistoso, sino porque la persona que lo encarna tiene un corazón noble y no se encuentra contaminado por la tensión de las hegemonías o corrientes en disputa a través de la inmediatez. 
De pronto, veo a mi generación y las que la sucedieron en esas luchas o movilizaciones articulando ese nuevo destino, o soñando con esa capacidad o voluntarismo que a mi igual me gustaría tener sobre las cosas que se vienen, y me amargo. No porque crea tener la razón sobre algún tema en específico, o porque el ser portadores de la luz me resulte algo ingenuo y propio de la trayectoria vital que más temprano que tarde terminará por desmoronarse, sino porque la cultura que crece me parece sumamente patética y triste. Veo a las mentes y capacidades más desarrolladas de mi generación sometidas a esta cultura de la cancelación y el miedo, a la corrección en todas las formas posibles, abandonando la legítima capacidad para corregir conductas tóxicas o nocivas para pasar a una ofensiva de uniformidad solapada, en donde los dilemas maniqueos están a la orden de cada día, en donde las apariencias guardan mayor peso que nunca antes, y en donde incluso la hipocresía me resulta más hipócrita que cuando instituciones conservadoras o añejas fijaban los estándares al tiempo que se comportaban abiertamente contrarias a esos postulados. Cada vez me resulta más deprimente vivir en un tiempo en donde la conversación genuina es reemplazada por respuestas o posturas automatizadas, más allá de los algoritmos que nos predicen los contenidos de las redes sociales que vamos visualizando, sino el solo hecho de estar a merced de no ser lo suficientemente libres como para ser sinceros sin miedo a una represalia moderna, o a que en un futuro seamos contrastados frente a un pasado determinado. A veces solo espero estar presenciando una transición hacia una sociedad más humanizada en la que imperan elementos como los descritos, pero a la vez solo observo decadencia en la manera en que se asumen las ideas. Cuando más conocimiento acumulamos y tuvimos a disposición, volvimos a una racionalidad gobernada por emociones desdibujadas, y en verdad los problemas concretos de lo físico y espiritual, han quedado detenidos a pesar de que el desarrollo tecnológico nos ha empujada a cambiar nuestro comportamiento hacia esa interacción virtual como un espacio natural y neutro, cuando difícilmente puede serlo. 
No es que tenga una respuesta para esto. En realidad cada día entiendo menos. No me molesta no entenderlo, creo que lo que me molesta es que una parte de las personas que si lo entienden - o al menos aparentan entenderlo de forma más sofisticada- se hayan vuelto tan dogmáticos para ello. Tampoco me compro esos pescaos podridos de términos como la neoinquisición o nuevas dictaduras, y que llegará un día en que estaremos sometidos a un control sobre nuestros contenidos expresados, porque eso es una mera animadversión a la realidad concreta. Leí el otro día a alguien que se preguntaba, cómo los historiadores van a describir este periodo en el futuro, y pensé en lo absurdo que vamos a parecer todos opinando sobre estos dilemas que nos tienen atrapados en una pugna cultural que en realidad nunca lo fue, pero que desgastó las mentes más brillantes de mi tiempo en cosas que no valían la pena.