Para contrariar todo lo que se ha dicho, era un pensador
práctico. De otro modo es imposible pensar que lo que escribió y defendió sobre
el respeto irrestricto de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza
humana, no tuvieran ningún valor al momento de justificar ideológicamente la
violación sistemática de los derechos humanos perpetrados a partir del golpe
militar. La oportunidad propicia para la
creación de una institucionalidad que él junto a otros pocos y designados
redactaron a partir del Decreto Ley 128 del 12 de Noviembre de 1973. Todo como
una obra perfecta de esa vieja costumbre republicana de arrogarse el Poder
Constituyente del Pueblo.
En su ideario político la libertad y la autoridad siempre
tuvieron manifestaciones algo difícil de comprender. Heredero de una concepción
conservadora de rama corporativista y que sería abandonada posteriormente por
una neoliberal a partir de Hayek y la
Escuela de Chicago, niega a la democracia el rol preponderante que debe poseer.
Para Guzmán la democracia es sólo un instrumento, de ahí que se oponga a todo
lo que diga relación con el constructivismo social. Eso explica que el contitucionalismo
que propugna sea uno autoritario, expresión de una democracia representativa
rígida y a esta altura de nuestra historia, verdaderamente anacrónica.
En su aspecto político fue más consecuente. Dijo las cosas
por su nombre cuando tuvo que defenderlas, y no le importó entrar en
discusiones con autoridades eclesiásticas o políticas de ese momento, pues dada
su astucia y carisma, fue capaz de ganarse el respeto de quiénes lo rodeaban. Como
ser así en Chile para bien o para mal trae problemas, Guzmán los tuvo y mira
como vino a terminar todo. El mérito de
su obra tuvo una expresión política que hoy nos desborda por todos lados: la
UDI. El partido político más grande que existe hoy y que ha logrado
penetrar los distintos estratos sociales
a través de una propuesta interesante para mucha gente desinformada, y
consignas de corte populista que nunca serán reconocidas por ellos como tal,
pero que el solo hecho de autodenominarse UDI popular los vuelve partícipes de
ello. Eso se ve favorecido por todo el despliegue fáctico que representa a
través del poder económico, la influencia de todo tipo de sus líderes y
simpatizantes y el factor pragmático de
Jaime Guzmán que sigue alojado como un hijo obediente que sabe cuando comerse toda
la comida y lavarse los dientes.
Podrá ser un partido objeto de críticas permanentemente,
pero su posicionamiento en esta parte de la historia es indiscutible. Tanto
como el aporte que hizo su fundador al país y que Concertación más Concertación
menos, nos persigue como el espíritu que le habla a Longueira de vez en
cuando. Defender arduamente la libertad,
cuando se trata de liberalismo económico; pero oponerse a un verdadero
liberalismo político y más grave aún, a una verdadera libertad moral de sus
ciudadanos. Sustentar su visión en el
emprendimiento traducido en crecimiento económico, empleo y un Estado pequeño,
y oponerse a otras alternativas redistributivas de la riqueza, de la construcción
social permanente y de una democracia más profunda. Por eso en el ejercicio
cotidiano de las discusiones mediáticas usted puede ver a una UDI partidaria de
la rebaja o eliminación del impuesto específico de los combustibles (UDI
popular, pragmatismo Guzmaniano, respuesta ideológica) frente al rechazo de
discutir temas como el aborto terapéutico (UDI conservadora, que no le importa
imponer sus preceptos morales a los que piensan distinto) o la necesidad
urgente de un salario ético y digno para las familias, y no esas medidas
paliativas impulsadas por Lavín en el Ministerio de Desarrollo Social (UDI
dominada por criterios economicistas, y no humanistas como en el caso del
aborto).
Su asesinato es digno de una columna mucho más extendida,
pero basta decir que no existe una única respuesta para explicarlo.
Metafísicamente todo tiene una causa y efecto, su causa es el apoyo irrestricto
a los actos deliberados durante la dictadura y su voluntad permanente para
proteger a quiénes participaron de ellos, desde todas partes, ensuciándose o no
las manos. El efecto es lamentable y en la construcción de una mejor sociedad no debe volver a repetirse. Eso debe quedar
como una lección para moros y cristianos.
Lo que resulta curioso es que 21 años después, en un acto de lealtad, memoria y fidelidad,
los miembros de su partido pidan justicia con tanto fervor para que los
responsables de este crimen no queden impunes. Ojalá hubieran tenido la misma
energía cuando se trató de hacer justicia contra Pinochet y otras personas
implicadas en tantas caravanas de la muerte y la tortura, que quedaron sin
justicia, y que ellos en su defensa incólume justificaron y de las cuales se
volvieron cómplices por el resto de la historia.
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