miércoles, 15 de junio de 2011

Arvejas

Fue en el instante preciso en que la gente no sabe lo que quiere; en ese momento que leíste el titular más impresionante de la década, el de la llamada sorpresa que te tuvo la vida, esa sensación de día perfecto que no acaba y esa sonrisa que nunca nadie puedo borrar. Fue en el segundo que pensaste volver a tu casa porque olvidaste algo pero su prescindencia mantuvo tu rumbo inicial.
En el que juraste que nunca olvidarás quién eres y a dónde perteneces. En el que disfrutaste las cosas más sencillas con la gente que más te quiso y tu también quisiste. Fueron todos esos perros callejeros que nunca volvieron a su casa, por rebeldía, obstinación, éxtasis, independencia o libertinaje. Las gaviotas que le enseñaron a volar a tantos gatos, mientras el futuro en una sala de clases iba desperdiciando cada una de las oportunidades. Fueron cada una de las personas, incluso aquellas cuyas actitudes y defectos que te hicieron considerarlas como odiosas y despreciables. Al cabo te enseñaron lo que no debías ser. Aprendiste e ignoraste. Te rompieron el corazón. Por fin lograste darte cuenta del significado y el valor que tuvieron cosas que te hicieron mal. Criticaste a cuanto proyecto con impacto ambiental salió en las noticias sin saber demasiado y te diste cuenta que para asumir una postura determinada tenías que adquirir el conocimiento suficiente. Supiste argumentar de buena manera incluso cosas que tenían respuestas nimias e insignificantes. Realmente no dejaste que el tiempo se fuera tan lejos. Viviste con pasión e intensidad cada una de las experiencias, sin importar las frustraciones que trajeran pero comprendiendo que en todo impera la alternancia. El riesgo de vivir en la alternancia.