martes, 30 de septiembre de 2014

1. Decir que el problema es el tiempo es la excusa razonable, pero no la justificación definitiva. Lo cierto es que conforme pasan los años el tiempo cada vez es más escaso. Como no lo venden, o en caso de que lo vendiesen tampoco tendría para comprarlo, me conformo con atribuirle a elementos distractores el no poder escribir. Tengo un par de borradores inconclusos. Siempre tengo borradores inconclusos. Borradores inconclusos podría ser el título de un cuento o una novela que quedará inconclusa. Escribo esto, además, para que septiembre se vea menos vacío. Sé que octubre será más fructífero, al menos nada superará este septiembre tan improductivo.

2. Sé que no tiene mucho sentido darle vuelta a ciertas situaciones. Por ende, soy conciente de que es un ejercicio tan errático como absurdo pretender lograr algo distinto. Antes pensaba que uno conocía mujeres para compartir momentos, por más breves y pasajeros que pudiesen ser, y la verdad es que con el tiempo me parece tremendamente aburrido eso. Creo que lo expresé de alguna forma hace un tiempo en este mismo espacio. El asunto es que pensé que no tendría chances de acostarme con ella, considerando todas las ventajas y desventajas que eso podría traer, pero lo logré. Suena como si hubiese sido el único propósito, pero en realidad ni siquiera lo contemplaba. La idea de besarla o compartir un agradable momento junto a su cariño era suficiente. Las circunstancia de ser un poco más adulto hace que se tenga que decir menos y actuar más. Si bien eso puede convertirse en un arma de doble filo, al menos entrega satisfacciones temporales. El asunto es que concretado el episodio, ya no tengo ganas de volver a verla. Como si el hecho de haber experimentado lo que menos esperaba y en el fondo más quería hubiesen llegado a un final sin retorno. Tampoco es que me negaría, pero el otro día mientras regresaba en la bici desde su casa pensé que era la última vez. No fue la última vez, pero la siguiente si lo fue. Porque después cuando dije que no, supe que era capaz de decidir por mi mismo el final, y no esperar a que me dijeran fin.  Si eso me vuelve pragmático, astuto o cualquier calificativo suficiente, podría ni siquiera ser mi problema. A veces me da la impresión que razono como el personaje de El Extranjero, que vendría siendo uno de los personajes que más detesto de la literatura del colegio.
En síntesis, consideré que no era importante seguir perseverando en una mujer que no tiene sentido, y fui cortés y expresivo. Me despedí como se despiden los hombres que ya no quieren volver a cometer los mismos errores.