sábado, 10 de septiembre de 2011

Toma 4.0

Escribo esto en pantalla gigante, en el salón azul de la facultad. Son casi las cinco de la mañana. Tengo sueño. Esto es la toma 4.0, el viernes nos avisaron del desalojo en pleno foro panel con algunos concejales, el futuro alcalde de Concepción y el Senador Navarro. Tuvimos que terminar antes, y decirle a la gente que se fuera. Volvimos a entrar temprano en la mañana.
He estado aquí desde el comienzo, y estaré hasta el final. Lo que se empieza debe terminarse, no dejar a medias. Probablemente sea la última movilización de este tipo en la cual participe. Lo cierto es que ha sido más de lo que esperaba. De las personas, circunstancias y motivos. De los días, semanas y verdades. Lo que Chile atraviesa es histórico. Ser indiferente a esa idea adjudicándole un total descrédito es de ciego, sordo y analfabeto.
El sistema educacional que existe hoy es nefasto. El sistema que existe hoy en general es una ilusión, y una ilusión tan dogmática como escéptica. Atribuirle a la irracionalidad de las masas la culpa no deja de ser un distractor mal intencionado. Para colmo, tratar de generar conciencia a las personas cuesta cada día más, porque todo lo que nos rodea está pintado de tal manera que hace difícil cuestionarse asuntos sencillos y cotidianos. En los tiempos en donde el conocimiento y la información existen en mayor abundancia al alcance de gran parte de la población, la comprensión de los seres humanos es realmente deficiente. Las estructuras de organización existentes hacen que cualquier pretensión de algo que es realmente justo sea vea como una idea imposible, lejana a su concreción. Es por eso entonces que cuando irrumpen en una sociedad movimientos como los de hoy, muchos están de acuerdo, pero quienes realmente pueden cambiarlo por más que intenten ponerse de acuerdo, y sacrificar sus intereses terminan por tergiversar el bien común. Finalmente se relativiza una idea como el bien común y acaba siendo un paradigma de todos los tiempos.
Si hoy estoy aquí, es porque soy de esas personas que creen en una sociedad más justa. En una comunidad más preocupada de sus comunes. En una colectividad más colectiva. En un proyecto común. Póngale el nombre que quiera. Eso que le falta a su vida, y a la de la mayoría de las personas de estos tiempos. A esta Universidad le faltaba ser más Universidad. Lo ha sido en una situación de anormalidad, porque en la normalidad las ideas se diluyen entre preocupaciones y horarios limitados. Porque las autoridades capaces de generar ese diálogo que tanto piden hoy, son los responsables de no promoverlo anteriormente. Porque esas autoridades, al igual que las altas autoridades de este país, se habían olvidado que quiénes realmente conforman y hacen posible todo son sus ciudadanos, estudiantes, trabajadores, siervos y esclavos.
Si hoy mi convicción me obliga a estar aquí es porque he logrado tomar conciencia de muchos temas que parecen de perogrullo, pero terminan siendo tan esenciales como incuestionables. Es porque quiero vivir en un país en donde las personas tengan las mismas oportunidades sin importar la condición socioeconómica que posean, y de pasadita sin endeudarse tanto.
Es porque quiero que todos esos niños que están condenados a seguir una secuencia negativa impulsada por sus padres, no sean victimas de ella. Que puedan escapar, y la secuencia se invierta hacia el otro lado. Porque será la educación pública la que los llevará a ser parte de una sociedad que quiere ser mejor.
Es porque comprendo que es el primer paso para que todo sea menos excluyente y segregado. En donde mis hijos puedan ir al mismo colegio al que van los hijos de las personas más pobres y más ricas. El primer paso hacia un cambio de mentalidad total. Ese que tanto necesitan los hombres del futuro. Ese que tanto necesitaron los hombres de su pasado.