sábado, 1 de octubre de 2011

El sentido de comunidad

Ayer tuve una de esas conversaciones difíciles de olvidar y de no tomar en cuenta. Un funcionario público en su oficina, ya casi al final de su horario de día viernes me recibió para conversar algunos temas de un asunto en el cual estoy participando y debo coordinar, y terminamos hablando de politica, historia, filosofía y de la vida. Siempre supe que íbamos a terminar conversando de lo segundo, que respecto al asunto principal que me llevaba. Y fueron varias horas sin darme cuenta las que estuvimos desclasificando los problemas y elucubrando las respuestas y soluciones.
Siempre me han apasionado las conversaciones con gente que tiene mundo y experiencia. Más que conocimientos técnicos o un gran curriculum. Son esas personas silenciosas aparentemente, las que vienen de esas generaciones un poco cansadas de luchar sus propias causas y que sin embargo siguen tratado de dejar su huella en alguna de estas, por las que más siento respeto. Esa generación de jóvenes de los años 60 que tuvieron una visión de lo que querían como sociedad, que participaban de manera activa en la mayoría de las discusiones importantes de esos años sin que nadie les dijera que no les correspondía estar en eso. Tiempos en que pese a no estar de acuerdo en los planteamientos que se iban generando, las personas estaban dispuestas a escucharse y tomarse en cuenta. Como esas mismas ideas fracasaron, y las formas no fueron las adecuadas para llevarlas a la práctica. Como la historia del poder fue capaz de escribir su propia historia y enseñarnos a nosotros lo de las recientes y presentes aquello fundamental para no cuestionarnos demasiado. Como de a poco la sociedad perdió la noción de lo que era la comunidad, ese nosotros inevitable que debe existir a la hora de trabajar por una idea. Como en Chile las personas empezaron, inmersos en este sistema, a exacerbar el individualismo sobre la idea de servir a un grupo humano desde cualquier labor en la que se hallen. Como el sujeto que se dirige a su trabajo empezó a verlo como la forma de ganarse la vida y asegurar su propio bienestar, y esa idea de que su labor era significativa o valía algo para otros desapareció.

El sistema económico actual, presenta muchas ventajas a las hora de estimular el desarrollo de las personas y de sus grupos humanos, pero si no responde a una idea que debe llevar la sociedad en que convive, inevitablemente lleva a una disgregación social, a un sentido de no pertenencia, a volvernos consumidores y no ciudadanos, a ver a la política como un juego sucio en que sólo los más ricos, poderosos y canallas tienen partido. Nos lleva a olvidar el país que queremos construir para el futuro, me lleva a no soñar con el país por el que quiero dejarlo todo. Dejarle al mercado la tarea encomendada de construir un país, de instruir valores cívicos tarde o temprano nos llevará a una decadencia tal que no podremos ignorar y de la cual no podremos alegar inocencia.
Estuve una tarde conversando en una oficina mi situación actual ante la época en que vivo, hablé sobre mi visión política inmadura y como trabajo día a día por construir mi propio discurso, como soy un observador de las viejas estructuras y de a poco me uno a proyectos que me parecen atractivos. Hablé de todo. Hablé de mi particular visión de superar los problemas del futuro, de como sin darme cuenta empiezo a articular un plan para darle marcha a mi idea. De como espero entrevistarme con muchas personas los años que vienen, y en sus experiencias, anhelos y frustraciones comenzar a construir y a encontrar a los que estén dispuestos a cambiar la política de Chile, y por sobretoda las cosas el sentido de comunidad.