viernes, 15 de julio de 2011

Da lata prender la tele

Reconozco que me gusta mirar el CNN y Canal 24 de pura inercia, que veo las noticias de Argentina, España, Reino Unido de madrugada. Que soy fanático de las conspiraciones de Salfate, de los documentales apocalípticos del History y que me encanta la Gianella Marengo. Que me cargan la Angie Alvarado, la Adriana Barrientos y la Tanza Varela. Que me banco a la luli hasta el final. Que me rio caleta con Felipe Avello y Pablo Zuñiga. Pero que no soporto más de 10 minutos seguidos de farándula. Que el ejercicio mental de mirar el noticiero central de los canales de televisión abierta llega a ser masoquista. Que uno sabiendo que va a pasar rabia, pena, impotencia y frustración durante y después de alguna noticia mantiene la tele prendida. Es que en el fondo uno tiene esa ínfima cuota de esperanza que algo bueno tiene que salir. Algo bueno que difícilmente logrará superar a lo ya malo.
Como persona futbolizada amo el bloque de deportes y me paseo por los cuatro canales grandes viendo a cada tipo hablando de los mismos temas del día y viendo los mismos goles. Pero comprendo que es imposible que el deporte en Chile se desarrolle bajo esa lógica en relación con los medios de comunicación y la vitrina que merecen las otras ramas. Para que tengan cobertura recién tienen que ganar algo o hacer algún escándalo. Alguien tiene que pelarse plata de alguna federación o tienen que rematarles algo por deudas. Y claro, me gustan los programas de talento y baile, pero veo los puros resúmenes.
Sin duda que el tema de los últimos meses en el sentido de resaltar lo malo son las movilizaciones estudiantiles. Y ya sé que pueden pensar lo mismo que pensamos casi todos, de que los medios son de propiedad de los mismos dueños de la educación, de los amigos y socios de los dueños del país y que obviamente todo el enfoque de la información se dirige a empobrecer y debilitar los movimientos sociales como estos. Que aun con la presencia de internet en estos tiempos la televisión y sus noticieros centrales dejaran de tener la influencia que han alcanzado. Pero esta vez el descontento es más general que en otras épocas. La gente aunque no lo crean, es un poquito menos tonta que antes. Sus hijos probablemente no entienden mucho lo que leen, hablan desde la ignorancia y el estado de ánimo como muchos estudiantes de este país, pero el tema de fondo resulta ser absolutamente incuestionable.
Sé que para las estadísticas quedará la cifra de detenidos, la estimación de los daños y las autoridades haciendo lo propio para buscar a sus responsables. Que mucha gente está aburrida de las movilizaciones, ya sea porque los niños tienen que ir estudiar y no perder el año, pasan cortando las calles y hay que sufrir tacos, olores desagradables, etc. Y qué importa si de esto resultará que sus hijos, los mios, los de ustedes y los de nuestros hijos podrán estudiar en un país con una educación más justa. Pese a todo, no queda otra que ser optimistas. De esa manera se sacan adelante los pequeños y grandes proyectos.
Se puede echar a perder una marcha pacífica por culpa de los mismos tontitos y mal intencionados de siempre, pueden camuflarse carabineros para ellos provocar los disturbios y pueden seguir llenándose los bolsillos de plata vendiendo lo suyo, pero van a tener que venderlo al precio que realmente cuesta, en condiciones donde se cumpla el rol social que merece permitir el emprendimiento de un proyecto educativo, y en el contexto de un país que sin darse cuenta se prepara para las grandes transformaciones del mundo.

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