Dedico esta nota a aquellos que al igual que yo salieron a las calles a protestar contra la dictadura.
A aquellos que fueron perseguidos, a los que estuvimos presos.
A aquellos que fuimos torturados y/o exiliados por causa de la justicia.
Se
me vienen a la mente los miles de estudiantes que lo arriesgaron todo
por la libertad de nuestra patria. O a aquellos jóvenes, adultos y
viejos que salimos a las calles caminando de casa en casa para lograr el
triunfo del NO.
Recuerdo especialmente a los que no estan
ahora con nosotros por que perdieron sus vidas bajo un régimen
despiadado. Dedico esta nota a mi amigo Mario Martinez semilla de
libertad.
Tanto melodrama Burotto, ¿no estarás exagerando? No, rotundamente no, no exagero.
Me
niego a aceptar lo que esta pasando, me niego a aceptar que estamos
condenados a llamar democracia a un sistema que permite que el voto del
pueblo sea torcido por la billetera del poder.
Me niego a aceptar que
los parlamentarios son “electos” a la hora de subordinarse al capital
de empresarios o grupos económicos y que la elección es solo una
ceremonia formal para “legitimar” su investidura.
Me niego a aceptar
que el término democracia pueda ser trastocado al extraérsele la ética y
como en la antigua alquimia transformarlo en oro.
Me niego a aceptar
que los medios dan lo mismo y que solo el fin justifica lo que sea. Eso
es un engaño de los predicadores de la sumisión al poder de facto.
Me
niego a ser amedrentado para callar la denuncia de la corrupción y el
cohecho por que puede venir un supuesto fantasma del populismo, o porque
algún militar se puede sublevar. Vayan a meterle miedo a quien no haya
conocido y vencido el temor real, ante asesinos reales. No nos venció el
miedo antes, no tenemos miedo hoy día.
Me niego a aceptar mas
chantajes acerca de la gobernabilidad, la estabilidad o la transición
que pretende justificar el silencio o la mentira frente al fraude o la
frescura.
Yo digo que no se puede servir a dos señores. O se opta por el pueblo o te sometes a las oligarquías
En
la década del sesenta, es cierto, se criticó tanto la democracia
formal, que al final terminaron debilitando la democracia substantiva,
la de los derechos de las personas. Pero estaba en juego lo mismo que
hoy día, la validez del camino del voto para hacer a los pueblos dueños e
su destino.
De extinguirse el camino democrático, de convertir en
caricatura la opinión de los pueblos, el dilema del voto o el fusil se
decantaba hacia las soluciones de fuerza, que tanto han hecho padecer a
nuestros pueblos de este continente.
Nuestras generaciones estamos a
prueba para demostrar que somos capaces de construir y compartir un
orden social, en el cual la justicia, la equidad y la solidaridad son
vividas e implementadas con la gente y no contra o a pesar de ella. Y
que ese orden de progresiva realización humana (liberación), se hace
privilegiando a la persona humana por sobre el capital. A eso le
llamamos democracia, a un sistema en donde las mayorías respetando a las
minorías dirigen o deciden, y no las oligarquías enquistadas en el
poder económico, o político.
Me niego a creer que estoy condenado por
que creo en la consecuencia con los valores humanistas de mi credo, a
ser aislado por ingenuo, idealista o problemático.
Yo digo que mi
actitud es la única práctica y verdaderamente realista, pues propone
unir teoría con la práctica y no divorciarlas olvidando los principios.
Y
yo te digo a ti que estas indignado que no olvides la esperanza, que
hemos pasado momentos peores y hemos demostrado la fortaleza de los
pacíficos y la firmeza de los convencidos
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